ALIMENTACIÓN Y CÁNCER

Habitualmente no se presta atención suficiente a la importancia que tiene un correcto hábito de alimentación en relación con el aumento del riesgo de sufrir determinadas enfermedades, y cuando la enfermedad existe, es muy común consolarse con comentarios del tipo: "Sí, pero mira fulanito, con lo sano que era y también le tocó".


Es verdad que comer bien, equilibrado, y suficiente, no garantiza la salud, sino que es sólo uno de los factores que intervienen para que ésta no desaparezca o merme; y aunque esté científicamente demostrada la importancia de este factor, sin embargo nuestra actual sociedad le presta poca atención al mismo.
Este artículo pretende aportar información y recomendaciones útiles relacionadas con la alimentación para prevenir el cáncer.
Existe un claro aumento del riesgo de padecer cáncer en individuos con un alto contenido en grasa corporal, por ello es conveniente luchar contra la obesidad, evitando el consumo de calorías y grasas y aumentando el gasto energético con actividad física adecuada a la edad y condición de cada sujeto.
Según diversos estudios el 50 % de los cánceres están relacionados con la dieta aunque realizar una comprobación por alimentos es difícil.
El hábito tabáquico y el consumo de alcohol en cantidad sumado a una dieta incorrecta aumenta la posibilidad de desarrollar un cáncer.
Una dieta con un alto contenido de carne aumenta el riesgo de cáncer gástrico, y por el contrario una dieta rica en vegetales y cítricos supone un beneficio.
Vegetarianos, mormones y adventistas tienen una menor incidencia de cáncer intestinal (entre otros), debido al bajo consumo de carne y al alto consumo de vegetales y cereales integrales.
Es importante evitar las carnes procesadas con nitritos. Sólo ocasionalmente y siempre acompañados de alimentos ricos en vitamina C para contrarrestar los efectos de las nitrosaminas.
Aumentar el consumo de cereales refinados, aumenta el riesgo de padecer cáncer de colon, por eso es recomendable sustituir los cereales refinados por integrales y aumentar el consumo de verduras y fruta.
El consumo elevado de col rizada, brécol, coles bruselas y otros vegetales de forma regular, disminuye la posibilidad de cáncer gastrointestinal y en el tracto respiratorio.
El aumento de ingesta de cereales y vegetales disminuye el riesgo de padecer cáncer de próstata.
Alimentos como la soja, manzanas, cebollas, tomates crudos, zanahorias, pimiento crudo, etc..., disminuyen la incidencia del cáncer por tener elementos protectores en su composición, tales como (fibra, vitamina C, β-Carotenos, licopeno y flavonoides). En el caso del licopeno, éste es un antioxidante muy eficaz del tomate, pero sólo si se consume en crudo.
Algunos estudios no recomiendan tomar soja a mujeres que hayan tenido cáncer de mama y que no tuvieran este alimento habitualmente en su dieta antes de padecerlo pues aunque no está demostrado en humanos, se cree que puede ayudar a reproducir las células tumorales, aunque también hay autores partidarios de lo contrario.
Los picantes y ahumados aumentan la probabilidad de padecer cáncer de esófago y estómago.
Es preferible cocinar a baja temperatura ya que a altas temperaturas se producen sustancias nocivas en los alimentos inductoras del cáncer.
También es importante contar con 9 horas diarias de sueño reparador, realizar ejercicio físico con regularidad.
Tomar de 5 a 7 raciones de frutas, verduras y hortalizas variadas al día.
Utilizar técnicas culinarias como horno, vapor, olla a presión, papillote, evitando los fritos y guisos, los ahumados, salazones, encurtidos y conservas.
Tomar siempre los lácteos desnatados.

Bibliografía:
Escott – Stump, S. (2002) Nutrition and Diagnosis – Related Care, 5th Edition. Lippincott Williams and Wilkins, Philadelphia.
Nutriguía. Ana M. Requejo. Rosa M. Ortega. Editorial Complutense 2000.



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