ALIMENTACIÓN EN LA ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR
Ya comenté en otro artículo sobre nutrición y enfermedad cardiovascular, que lo más adecuado es llevar una dieta equilibrada, la misma que debe llevar toda la población, al margen de patologías concretas que lo impidan.
Aquí haré referencia a aspectos que deban cuidarse especialmente cuando ya existe la enfermedad cardiovascular. Una vez que la enfermedad ya está presente, se debe ser menos permisivo, e intentar no desequilibrar la dieta, preservando los hábitos correctos en el mayor grado posible. El exceso de alimento ingerido lleva a sobrepeso y obesidad, factor de riesgo independiente, asociado con hipertensión, resistencia a la insulina, diabetes, enfermedad cardiovascular y obesidad abdominal, siendo uno de los parámetros del síndrome metabólico.
La obesidad conduce a un aumento del colesterol total, col-LDL, LDL, triglicéridos y disminución de HDL.

Merece especial atención la obesidad abdominal, existiendo un mayor riesgo cardiovascular si el perímetro de la cintura sup era 102 cmts en los hombres y 88 en las mujeres.

La recomendación nutricional en caso de sobrepeso es reducir la ingesta, calórica de manos de un profesional si no se tienen los suficientes conocimientos, de manera que se garantice la ingesta de todos los micronutrientes para que no haya déficits de ningún tipo. Así disminuirá el peso corporal y también la obesidad central, y con ello la grasa visceral.

Los hidratos de carbono deben consumirse integrales, ya que tienen un gran valor nutricional, y ayudan a controlar el exceso protéico y graso de la dieta, por lo que son cardiosaludables. Este grupo de alimento debe ser el más abundante de la dieta, con un 50-55% sobre la ingesta total del día.

Como en la convencional el sabor de  la pasta integral
depende de cómo se acompañe.

Una eleveda ingesta de hidratos de carbono, refinados, es decir, no integrales, (bollería, dulces, azúcares,..) por encima del 70%, algo habitual en personas con sobrepeso y obesidad, provoca un descenso del col-HDL (colesterol bueno).
Se recomienda un aporte de unos 30 gr de fibra al día, ya que hace descender los niveles de colesterol y col-LDL (colesterol malo), ello se consigue a través del consumo diario de legumbres, hidratos de carbono integrales (arroz, pasta, pan,...), frutas, verduras y hortalizas. Además otros componentes de los alimentos ricos en fibra, como los antioxidantes (vitaminas C,E, compuesto fenólicos, carotenoides), magnesio, fitosteroles y folatos actúan mejorando el perfil lipídico (colesterol) y también la coagulación, así como disminuyendo la concentración de homocisteína por el aporte de folatos. Por lo tanto, lo ideal es seguir la pauta de 5 raciones de frutas y verduras al día. A veces es necesario el aporte de preparados de fibra comercial para notar un efecto hipocolesteriolemiante evidente.

En cuanto a las grasas saturadas es muy importante tener presente que su acción es muy negativa sobre la salud, especialmente a nivel cardiovascular, tanto, que su efecto negativo es el doble del positivo que puedan tener las grasas insaturadas. No deben superar el 7-8% de la energía total del día. Alimentos como lácteos deben consumirse siempre desnatados, y son interesantes las leches enriquecidas con las vitaminas A y E, y con folatos. Evitar quesos curados y semicurados, favoreciendo el consumo de los frescos y light, y siempre en poca cantidad. Consumir sólo carnes magras. Quitar siempre toda la grasa visible de los alimentos. No deben consumirse aceites de coco y palma. Ni tampoco mantequilla, sebo, manteca, nata, crema. La margarina, deberá evitarse también, ya que están elaboradas con ácidos grasos trans o hidrogenados, salvo las "funcionales".
No deben ingerirse todo tipo de grasas y aceites industriales (shortenings), ni la bollería, galletería, pastelería y heladería en general.

Sobre las grasas insaturadas, es interesante centrarse en el aceite de oliva virgen (monoinsaturada), ya que es el único que tiene un efecto positivo cardiovascular conocido por el momento.
Disminuye el colesterol total y col-LDL, (aunque como ya comenté antes este efecto es la mitad del hipercolesteriolemiante que tienen las grasas saturadas). Reduce la oxidación de las LDL, por tanto interfiere positivamente en la génesis del proceso aterogénico. Aumenta el col- HDL y HDL si se sustituye por las grasas saturadas.
También disminuyen los triglicéridos, si se sustituyen los hidratos de carbono simples (cereales, panes, pastas, no integrales) por aceite de oliva virgen. Y se favorece una adecuada agregación plaquetaria.
El aporte de entre un 7-12% de energía en forma de monoinsaturado, disminuye el riesgo cardiovascular en un 25%.
Se ha desmostrado el efecto beneficioso del DHA y el ω-3 sobre la salud cardiovascular, las cantidades óptimas pueden alcanzarse comiendo pescado azul entre 3-4 raciones (125-150 gr) a la semana.

Niveles elevados de homocisteína se relacionan con un incremento del riesgo de enfermedad coronaria, y el ácido fólico está implicado en el paso de la homocisteína a metionina, disminuyendo los niveles en sangre de la homocisteína. Las vitaminas B12 y B6 son también importantes en este proceso. Por otro lado, parece que el ácido fólico tiene un efecto antioxidante y vasodilatador.
Las recomendaciones de folatos actuales son difíciles de cubrir en ocasiones con la alimentación por lo que puede acudirse a alimentos funcionales enriquecidos con esta vitamina, como la leche con ácido fólico, o incluso a preparados farmacológicos.

Las vitaminas antioxidantes C y E junto con el ácido fólico son potentes antioxidantes de los que deben cuidarse su aporte a través de la dieta, por lo que vuelvo a hacer incapié en las 5 raciones de fruta y verdura al día. De las vitaminas C y E, no se recomienda una suplementación a parte de la dieta, ya que puede producir un efecto nocivo prooxidativo si se rompe el equilibrio entre las mismas.
Otros antioxidantes de carácter vegetal son los carotenoides capaces de mejorar la situación cardiovascular, presentes en frutas, verduras y hortalizas de color rojo y anaranjado.
Los compuestos fenólicos, como los flavonoides, tienen también un claro efecto antioxidante, cardioprotector, reduciendo el riesgo de infarto de miocardio y mortalidad coronaria. También ofrecen beneficio como antitrombóticos y antiinflamatorios.
La pauta terapéutica es seguir las ingestas recomendadas, 5 raciones de frutas, verduras y hortalizas al día.
Los esteroles vegetales tienen una estructura similar al colesterol, por ello compiten con él a nivel de absorción intestinal, lo que produce una menor absorción de éste aumentando la excreción fecal.
Hoy día hay alimentos enriquecidos con fitoesteroles como leche, yogures, pan, derivados cereales como muesli y margarinas.
El café hervido, no filtrado, eleva el colesterol total y el col-LDL, y si se filtra por papel, desaparece un compuesto lipídico llamado cafetol responsable de este aumento nocivo.

Y por último el alcohol. Un consumo moderado que no sobrepase 10-30 gr/día para hombres y 10-20 gr/día para mujeres, parece tener un efecto positivo en cuanto a la agregación plaquetaria y la trombogénesis en general, la fibrinólisis y un ligero aumento de las HDL.
Estas cantidades se traducen en 1-2 vasitos de vino tinto, cerveza o sidra. Ojo porque si se ingieren cantidades elevadas el efecto es el contrario, y el alcohol se convierte en un agresor cardiovascular aumentando la presión arterial y los triglicéridos, empeorando la fibrinólisis y potenciando la formación de trombos, todo ello asociado a un aumento de accidentes ACV hemorrágicos e isquémicos.
El alcohol procedente de bebidas destiladas (ron, ginebra, whisky...) no tiene el mismo efecto protector, ya que contiene otros componentes nocivos. 

Por supuesto las personas abstemias que padecen la enfermedad cardiovascular no tienen porque seguir esta recomendación siendo más aconsejable continuar sin beber.

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